Reencuentro con Doña Inocencia: relato de una etnografía fallida

Por: Rosa Patricia Quintero Barrera

Fotografía de Alfredo Valderrutén – 2017

A Doña Inocencia la conocí hace seis años y tuvo la generosidad de conversar conmigo. (Sin ahondar en la veracidad de las casualidades). Ayer, comenté sobre ella a los estudiantes de Metodología 2, les leí el texto que resultó de ese breve encuentro y les hablé un poco de las estrategias de campo que me sirvieron para conocer algo de su vida y de su eterna sonrisa. En la clase mencionada decidimos ir al Parque de Caldas (Popayán, Colombia) para contrastar los temas estudiados en el salón con lo cotidiano. Felipe y Natalia, dos chicos del curso, me sorprendieron con la grata noticia de que habían visto en el mismo lugar de las fotos a la señora que aparecía en mi escrito.

Fue un momento muy emocionante. Saber que la nostalgia que tenía al hablarle a mis estudiantes de una persona que no volví a ver, se había convertido en la posibilidad de reencontrarla, después del tiempo y de los estragos de la pandemia.

Quería saber qué había pasado en su vida, cómo había superado el encierro obligado, cómo había retomado sus viajes, cómo analizaba los cambios que como especie hemos tenido.

Al otro día, muy temprano hacia las 7:30 de la mañana fui al lugar en donde Doña Inocencia se ubica. No llegaba. Pensaba sí se trataría de una etnografía fallida anunciada. Que quizá llegaría más tarde, quizá habría cogido camino entre el Cauca y el Valle del Cauca.

Seguía preguntándome sí ella se acordaría de la mestiza que alguna vez la había contactado. Sí le mostrara y leyera la publicación. ¿Qué pensaría, estaría de acuerdo con lo interpretado?

Acabo de escuchar a un joven afro que arregla un puesto. Coloca los productos de Doña Inocencia, supongo que se trata de su nieto. En efecto, son los mismos. Además, le dice a alguien «somos del Pacífico, a la orden, sin compromiso«.

Vuelvo a preguntarme: ¿Qué hago, sí le hablo qué le digo, espero a su abuela?

Las relaciones humanas son tan imprevisibles. ¿Cómo me emociona tanto, volver a ver a Doña Inocencia? A quien en realidad no conozco.

Constatar que el ejercicio etnográfico puede ocurrir casi solo, si se escucha, se espera y si el observador se deja sorprender. Recuerdo las palabras del genial Alfredo Molano: «el camino para comprender no era estudiar a la gente, sino escucharla».

Mientras me retiro del lugar, porque debo regresar a mi salón de clase, escucho a un señor decir «hoy no pierdo la fe, ayer la gente no pudo sacar la plata, hoy sí«. Los vendedores ambulantes ejerciendo lo insuficiente del trabajo informal no pierden el anhelo de vender sus productos.

Y sí, el añorado encuentro se convirtió en una etnografía fallida. Transcurrió otro día, y como cada día tiene su afán. Pensé en unos temas para conversar con Doña Inocencia. Aún no perdía la esperanza de encontrarla. Así, en el diario de campo anoté lo pendiente: la costumbre de ombligar a los recién nacidos, las curas a la impotencia y las oraciones del Gran poder de Dios, del Justo Juez y de la Virgen del Carmen para la buena muerte y que el muerto no se quede penando, dándole sustos a los vivos.

Regresé, esperé. Pensaba en la utilidad de las tácticas de acercamiento que sugieren Taylor y Bogdan. Para concluir que las técnicas y habilidades etnográficas van por un lado; y, por otro la disposición y las dinámicas existenciales y concretas de la gente.

Luego supe que Doña Inocencia tenía un leve percance de salud y que su nieto había quedado encargado del puesto. Intenté hablar con él. No pasamos de intercambios de frases cortas.

Las anteriores líneas solo quieren referirse a lo que se puede pensar y sentir de un encuentro o, en este caso, un desencuentro. De las muchas expectativas que se presentan en un momento etnográfico que pudo ocurrir, o que falló, como el narrado acá.

Bibliografía

Molano, Alfredo. (2008). Desterrados. Crónicas del desarraigo. Bogotá: El Áncora Editores.

S.l. Taylor y R. Bogdan. (1987). Introducción a los métodos cualitativos de investigación. La búsqueda de significados. Buenos Aires: Paidós.

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