El desarraigo en la etnografía y escritura de Alfredo Molano

Rosa Patricia Quintero Barrera

Mientras regreso… fue el título de la última columna de Alfredo Molano en El Espectador, cuando fue designado como miembro de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad de Colombia, allí escribió:

Renuncio por un tiempo a lo que más quiero: escribir lo que le oigo decir a la gente en las calles y en las veredas con su lenguaje, con su bella claridad. Lo haré en otro papel, pero con la misma mano. La que chuzaba letra por letra en el computador los viernes desde la madrugada un texto que se ha venido cocinando solo durante toda la semana. La misión que nos ha sido dada es borrascosa. Reconocer la verdad será doloroso, pero ese sufrimiento, hecho conciencia, será liberador y quizás a partir de allí podamos ser pasajeros del mismo barco (Molano, 2017).

Era comprensible que fuera designado a formar parte de tan distinguida, comprometedora y necesaria misión. La de unir los esfuerzos requeridos para el Proceso de Paz, en la búsqueda del Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición. En Colombia el conflicto y la guerra han sido de larga duración. La polisemia de la muerte, tanto de facto como simbólica es quizá uno de los aspectos que más terror forja. Ejemplos en la historia y en el presente del país se hallan por doquier: torturas, falsos positivos, crímenes de Estado, matanzas y ajusticiamientos de los actores armados; señalamientos y asesinatos a intelectuales, profesores, estudiantes, sindicalistas, indígenas, ambientalistas, líderes de movimientos sociales. Quienes ejercen el poder han logrado gran audiencia en la población, debido a la complicidad de los medios de comunicación; al punto de polarizar al país entre una derecha y una izquierda, cuyos bordes son difusos y contradictorios. Incluso han logrado el beneplácito ante la muerte de personas de tendencias políticas disidentes, junto a la añoranza por sus desapariciones de las maneras más impunes. Al sociólogo colombiano, Alfredo Molano, este escenario le representó su vida entera.

En «Desterrados. Crónicas del desarraigo» narró a modo literario ocho historias de los desterrados en Colombia, porque Molano acogió ese término en lugar de «desplazamiento forzoso», ya que para él desplazarse era una acción que se hace a voluntad, mientras que el destierro:

Es, como lo sabe y lo grita el que lo vive, un “desentierre”, un brutal corte de la raíz que se hunde en el pasado y que dice quién se es, para dónde se mira y hacia dónde se va (…) La gente no se desplaza, huye. Deja atrás lo que la hizo y lo que le enseñó a mirar el mundo (Molano, 2003, p.17)

En el primer capítulo «Desde el exilio», cuenta su propio destierro cuando debió exiliarse en Barcelona para proteger su vida, porque «Mis artículos se hicieron muy críticos, en particular contra los paramilitares, que crecían masacrando campesinos, incendiando pueblos y asesinando selectivamente defensores de derechos humanos, crímenes cometidos todos en la más absoluta impunidad (…). El paramilitarismo es una vieja estrategia de un sector poderoso del establecimiento, que ha contribuido a impedir que prospere una salida civil del conflicto armado» (Molano, 2008, p. 18 y 13). En ese mismo ápice, Molano reflexiona acerca de su rompimiento con la pretensión de entender nuestra realidad desde un escritorio, rodeado de los tratados de las ciencias sociales, para entender que «el camino para comprender no era estudiar a la gente, sino escucharla»:

Y me di obsesivamente a la tarea de recorrer el país, con cualquier pretexto, para romper la mirada académica y oficial sobre la historia (Molano, 2008, p. 14).

En el resto de «Desterrados. Crónicas del desarraigo», Molano le da voz a los que no tienen voz. Aplica el «sentipensamiento» que le aprendió a su profesor Orlando Fals Borda. Construye crónicas basadas en la puesta en escena de personajes ficticios inspirados en relatos de muchos actores reales que cuentan en primera persona sus vivencias, modos de entender y de explicar las situaciones. En suma, cada una de sus obras proporciona fuentes invaluables de información producto de un sinfín de entrevistas a profundidad e historias de vida, en las que campesinos, afrodescendientes, indígenas excavan entre sus recuerdos, olvidos y silencios, narrativas excepcionales de hechos vividos y conocidos.

Al recibir el Premio a la vida y obra Simón Bolívar en el 2016, explicó lo que para él significaba escribir. Su fascinación por viajar, por recorrer a la Colombia desterrada, por conocer a los colombianos que padecen en carne viva a la guerra y por ende, a la muerte. En ese corto discurso, nos dejó las enseñanzas de un investigador de campo que es —autoconsciente/sentipensante— de su compromiso ético, más que cualquier texto técnico de metodología:

[Escribir] Es ir hasta mis confines guiado por la vida del que está al otro lado.

En la universidad mi escritura se volvió acartonada y seca, no encontraba ni el tono ni el tema porque mis lectores eran profesores.

No fue propiamente un libro sino un cuaderno de campo escrito en una canoa, en una hamaca, en una estación de bus. No buscaba contar sino contarme.

Quería conservar el eco de una madrugada a orillas del río Guayabero oyendo los micos churucos –que gruñen como tigres mariposos–.

Escribí buscando los adentros de la gente en sus afueras, en sus padecimientos, su valor, sus ilusiones. Borraba más que escribía, hurgaba, rebuscaba el acorde de las sensaciones que vivía la gente con las que yo mismo llevaba cargadas en un morral.

Creo que sólo ahí, en el acecho, en el peligro, en el miedo aparecía el reclamo de justicia que yo buscaba para contarlo.

Escribir para mí es templar mis más secretas cuerdas y por eso tengo que borrar hasta traspasar la hoja, hasta encontrar el tono de la pasión por la vida y por la belleza que tiene la gente con la que me topo.

La gente cuenta cuando se le oye y lo hace con una sinceridad limpia, cuenta lo pasado como si lo estuviera viviendo, en presente. Y lo hace con generosidad, con soltura, con humor, con fuerza. Chisporrotea.

No es difícil oírla porque habla lo que vive. La dificultad comienza cuando el que trata de escribir no oye porque está aturdido de juicios y prejuicios, que son justamente la materia que debe ser borrada para llegar al hueso.

Mi oficio de escribir se reduce a editar voces que han sido distorsionadas, falsificadas, ignoradas. No puedo escribir una línea que, de alguna manera, yo no haya vivido.

El país está lleno de prejuicios, sometido a ellos. Han sido construidos con método, calculadamente, a mansalva y sobre seguro. Surgen de los miedos e intereses de los poderosos. Y avasallan, envuelven y destruyen. No sólo no dejan oír, sino que tampoco dejan ver.

[Escribir es] Sólo editar lo que cuenta la gente, darle cierta colocación. Sólo escuchar…

 

En un intercambio de ideas sueltas, entre Alfredo Molano y Ángel Beccassino, sobre la crítica y el disentir, ellos conversan sin preparaciones acartonadas. Al modo de dos amigos que han compartido en lo intelectual y en lo espiritual las experiencias que resultan luego de los viajes hacia la otredad, hacia lo subalterno. Desde la introspección que lleva a la profunda sinceridad, piensan en las voces que se pueden escuchar. Hablan de los caminos, las montañas recorridas, los encuentros con aquellos que antes no conocían. Los momentos inolvidables de abrirse al otro, esperando que también llegase al encuentro. Departen de la sorpresa, también del miedo, que brota cuando se descubre cómo viven, sienten y explican el mundo aquellos otros recién conocidos. Entre ambos analizan cómo se llega al disentimiento, a la crítica; sin más, mejor disfrutar de su encuentro:

 

Alfredo Molano disfrutó en vida de importantes reconocimientos a su obra y a su método. Fue invitado a Canadá por varias organizaciones, como la Alianza de Acción y Solidaridad con Colombia en Toronto, la Asociación Quebequense de Organismos de Cooperación Internacional y el Comité por los Derechos Humanos en América Latina, entre otras. Allí concedió una entrevista a la Radio Canadá Internacional en la que habló sobre el proceso de paz en Colombia. El audio está disponible ACÁ

También analizó los usos de la coca, en la Conferencia de Ciencia en Bicicleta con Alfredo Molano en el marco de la exposición fotográfica “Amazonia Perdida” el 10 de febrero de 2011. Aludió a la coca como una planta sagrada de los pueblos indígenas que ha sido satanizada por occidente. Resaltó los diferentes usos: como moneda, como elemento imprescindible en ceremonias chamánicas y también en el narcotráfico. Aquello que expuso fue producto de su trabajo de campo en donde reconstruyó la historia a partir de la tradición oral.

Los de Molano son libros especiales no sólo por lo que dicen, sino cómo lo dicen. Su modelo consiste en hacer crónicas de viaje que retratan con exactitud de cartógrafo la geografía áspera y amable del país y dibujan atmósferas, amaneceres, atardeceres y seres humanos con palabras simples y sencillas, con el fin de que el lector perciba las mismas sensaciones que las de los «viajeros» (Bautista, 2009).

Alfredo Molano no regresó como columnista a su casa periodística de El Espectador, pero no dejó ni un instante de recorrer a la Colombia olvidada y sometida por las inclemencias del neoliberalismo; ni de dejarnos recorrer con él sus vivencias etnográficas a través de su magnífica e inspiradora pluma.

Fuentes consultadas

Bautista, Myriam. (2009). Alfredo Molano adentro. Especial para El Espectador. Disponible en https://www.elespectador.com/impreso/cultura/articuloimpreso157331-alfredo-molano-adentro

Conferencia “El crítico no es un enemigo: Voces disidentes en un relato de país”, Ciclo de Conferencias Contexto Público 2015 – Di-sentir. Biblioteca Luis Ángel Arango, Sala de Audiovisuales. Bogotá, 26 de septiembre de 2015. Coordina la entrevista Alexis De Greiff, Director de la Red de Bibliotecas del Banco de la República. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=XF3bKj6LyR4

Entrevista de Pablo Gómez Barriosa a Alfredo Molano Bravo, sobre el proceso de paz en Colombia. (2016). Radio Canadá Internacional. Disponible en https://www.rcinet.ca/es/2016/05/06/alfredo-molano-bravo-y-el-proceso-de-paz-en-colombia/

Molano, Alfredo. (2017). Mientras regreso… Bogotá: El Espectador. Disponible en https://www.elespectador.com/opinion/mientras-regreso-columna-723813

Molano, Alfredo. (2014). 50 años del conflicto armado.  El Espectador. Disponible en https://etnicografica.wordpress.com/wp-content/uploads/2016/05/50-ac3b1os-de-conflicto-armado.pdf

Molano, Alfredo. (2008). Desterrados. Crónicas del desarraigo. Bogotá: El Áncora Editores.

 

3 comentarios en “El desarraigo en la etnografía y escritura de Alfredo Molano

  1. ⭐️Hola Patty, muchas gracias por tu excelente relato acerca de la vida y obra del maestro Alfredo Molano. La pluma de este gran individuo nos ha transportado a recorrer caminos insospechados y lejanos de nuestro país. Aquellos que lo leemos, hemos conocido de su mano las dificultades que viven nuestros compatriotas en las regiones alejadas de las grandes capitales. Tristemente Molano nos abandona sin aún vislumbrar como país, la posible solución a las grandes desigualdades sociales que han caracterizado a Colombia. Leer al gran maestro nos permite conocer la historia reciente de nuestro país y en la medida de lo posible, intentar no cometer los mismos errores y de pronto mejorar nuestro propio entorno. Maestro Molano: ¡Hasta siempre!⚜️

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