La sociedad en la que nos convertimos


Por: Larry Ledezma Patiño y María José Sánchez Londoño
[Estudiantes de Diseño Visual – Institución Universitaria Colegio Mayor del Cauca]



Un virus que llegó desde China nos obligó a aislarnos los primeros ocho meses del año,
haciendo que nuestra vida diera una vuelta de 180 grados. Tuvimos que comenzar a
hacer cosas que nunca nos habíamos tomado el tiempo de desempeñar, ni siquiera de
pensar. Entonces, ¿Qué pasaría a mediados de agosto cuando estas medidas de
aseguramiento se levantaran y volviéramos a la vida que llevábamos? Esta es una de las
muchas preguntas que surgieron, pues nuestro futuro en este momento era incierto.

Fases
No sobra contar que cada uno de nosotros vivió la cuarentena por fases: al principio buscando qué hacer en los hogares, pues empezamos una cotidianidad extremadamente rutinaria. Este “encierro” fue un tatequieto para quienes teníamos una vida bastante ocupada fuera de nuestras casas. Llegó la etapa en la que anhelábamos ir a hacer mercado, diligencias de cualquier tipo o solamente el día en que pudiéramos salir a respirar un poco de aire puro a través de nuestro bozal de tela lavable, como si fuéramos caninos cuando les ponen la correa y les mencionan que van a ir al parque. Posterior a esa etapa vino: “el salir”. La apertura de algunos locales comerciales o sociales hacían que para algunos fuera un desligue de riendas, pero con miedo a lo que podría pasar.

Vivencias
Al hablar de pandemia, no es un secreto que existe un poco de temor por el expediente conspirativo que ha creado a lo largo de este año. Esto generó que al principio, toda la población se encerró por el miedo a este agente invisible que nos estaba atacando. Llegó septiembre y con él, algo que podríamos llamar post-cuarentena. Nos pusimos a prueba, para ver si éramos capaces de acomodarnos a todo esto que se nos venía encima: nuevas reglas y nuevos ritos en nuestra vida.

Con el paso del tiempo nuevos accesorios harían parte de la vida diaria. El tapabocas, nuestro nuevo compañero de aventuras se comenzaría a adueñar de los días y el no tenerlo puesto, significaría igual que estar desnudos, desprotegidos y al descubierto de todos los demás, cortando aún más ese lazo que teníamos con nuestro círculo social. De igual manera, implementamos nuevos ritos que modificaron esa vida que llevábamos, ritos que “(…) crean una realidad que no puede subsistir sin ellos (…) pero es imposible mantener relaciones sociales sin actos simbólicos” (Douglas, 1973).

Salida de campo
Nuestra salida de campo sería la comprobación de todo lo que veníamos suponiendo y oyendo. Era real. Todo esto se convertiría en una experiencia que nos llenaría de mucha información para procesar. El calor de la gente aún no se ha perdido del todo a pesar del distanciamiento que debíamos de llevar, pues nos recibían con un buen rocío de alcohol en las suelas de nuestros zapatos, algunas veces nos “fumigaban” por completo y el puño de saludo no podía faltar. No sólo nosotros como humanos nos adaptamos a esta situación, sino también en los hogares, puesto que empezaron a crearse nuevos espacios. Por ejemplo, el espacio que no puede faltar para dejar los zapatos en el momento de llegar a la casa y echarles el desinfectante. La confianza es un componente muy importante al momento de entrar al hogar y hablar con las personas, así que algunos de los entrevistados no se percataron, o simplemente no es de su agrado rociar de alcohol a sus amigos y/o visitantes, por lo que al momento de llegar no les importaba acercarse a darnos un abrazo.

Algunos factores que salieron a flote con estas entrevistas fueron: (i) La recursividad de la gente que permitió aprovechar el tiempo para desarrollar nuevos proyectos creativos y emprender con trabajos que ahora, en esta etapa post-cuarentena permitieron crecer tanto personal como económicamente. (ii) De acuerdo a los testimonios recolectados, evidenciamos la poca inteligencia emocional que podemos tener a la hora de afrontar un momento como estos, sobre todo en lo relacionado a los sentimientos y a las emociones.

La primera salida después de estar tanto tiempo en casa fue difícil, debido al miedo a tocar objetos y personas. Así como, la frecuente reacción a desinfectarnos a cada instante que llenó de extrañeza nuestra propia vida. Si reflexionamos frente a lo que realmente está pasando, tal vez nos damos cuenta de que encerrados, no somos capaces de ser muy conscientes de lo que vivimos, pues permanecemos ocupados, concentrados en nuestras actividades, ya sea que estén relacionadas con el estudios o el trabajo. Esta pantalla lo único que hace es alejarnos de lo que se vive afuera de las cuatro paredes en las que permanecemos. El pánico pasó poco a poco y el regreso a una especie de normalidad hizo que se nos olvidara un poco la situación actual tanto local, como mundial.

Bibliografía

Bourdieu, Pierre. 81997). Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Editorial Anagrama.
Douglas, M.(1973). Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú. Madrid: Siglo XXI Editores.
Giraldo, Andrea. (2015). El concepto de ciudadanía en Colombia: Evolución histórica y aportes Socioculturales. Medellín: Revista de Estudiantes de Ciencia Política N. 6.
Goleman, D. (1995). Inteligencia Emocional. Bogotá: Editorial Planeta.

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