Un objeto llamado mujer

Diana of Themyscira, la fabulosa Mujer Maravilla. Ilustración digital, Diseñador Carlos Idrobo Avirama https://www.instagram.com/p/CHdutiInyuS/?utm_source=ig_web_copy_link

Por: Angela Patricia González Valencia
[Estudiante de Diseño Visual – Institución Universitaria Colegio Mayor del Cauca]

Pese a los grandes cambios sociales que se han presentado, el papel de la mujer sigue siendo muy desvalorado ya que se la sigue reduciendo y se la sigue viendo como un “objeto”. Un estilo sexista en el que la mujer está despersonalizada -sin identidad propia- pone su cuerpo y belleza al servicio de la satisfacción de los hombres. La presencia de la mujer figura como objeto decorativo y trofeo del éxito masculino. En cuanto a maltratos dirigidos tenemos que junto con varios países de Latinoamérica, Colombia está entre los países con más inseguridad para las mujeres, parece ser entonces que las cosas no han cambiado tanto como deberían. En este contexto ¿Cómo ha cambiado la forma en la que se percibe a la mujer a lo largo del tiempo en Colombia? Desde hace más de una década atrás se esta luchando por sus derechos y deberes, creando una lucha cada vez más fuerte que impulsa el cambio. Cambio que debió suceder hace ya mucho, si bien el objetivo de este ensayo ha sido analizar las formas en las que vivían las mujeres y los acontecimientos más relevantes, lo que a contribuido a la creación de la mujer colombiana actual, también se pretende hacer un balance de lo que se ha logrado conquistar y lo que aún está pendiente por conseguirse.

Desde hace algunas décadas, se moviliza en este mundo una mujer que conquistó el poder de disponer de sí misma, de decidir sobre su cuerpo y su fecundidad, el derecho al conocimiento y a desempeñar cualquier actividad. Esto, aunque parece inimaginable es un proceso por el que se ha luchado y ha tardado más de lo esperado. Si hablamos un poco de historia, en Colombia se decía que las mujeres estaban en el mundo para cuidar a los hombres, la educación estaba enfocada en este aspecto y aunque eran muy pocas las niñas que accedían a la educación ya que se limitaba a los ricos y solo se les permitía estudiar hasta la escuela secundaria en el monasterio bajo una educación católica. Sus clases estaban enfocadas en aprender modales, a ser obedientes, tener fe, aprender a comportarse y ser silenciosas. Si una mujer de esta época quería tener un título universitario le debía pedir permiso a su esposo o ser una mal vista “solterona», ya que las mujeres estaban hechas para engendrar hijos y no para estudiar, tenían que velar para que el hogar funcionara bien y en si, tenerlas como un objeto ya fuera sagrado o de placer.

Las mujeres se entregaban en matrimonio desde muy jóvenes como un evento memorable, aceptado y soñado, pero en realidad así como un objeto que puede hablar. Esa aceptación hacía parte de un ritual donde se entregaban al hombre para ser una bonita propiedad sin voz ni ambiciones. Ser iguales no era permitido, las mujeres no podrían tener aspiraciones y perdían su “apellido” para adoptar el de su esposo. La mujer permanecía en la sombra y en el olvido; no tenía un papel relevante en la construcción de la historia. La forma de vestir también era cuestionable, tenían que usar faldas largas y dependiendo de la clase social se tenía que vestir con una gran cantidad de capas y enaguas para realzar su figura femenina y que exhibiera su cadera, mostrándose así como un objeto de belleza en donde se exponía qué mujer podía tener más hijos, dada su apariencia y de esta manera cuál era la más apta para desposarse.

En 1920 se realizó la primera huelga de obreras que pedía reconocer los derechos básicos, en la empresa Fabricato (fábrica de tejidos de Bello, Antioquía). Aquella fue una huelga realizada sin contar con el apoyo de sus compañeros hombres, pero aun así la líder Betsabé logró firmar la negociación con un aumento del 40% de los salarios, un acuerdo de 9 horas y 50 minutos de jornada laboral, el suministro de alpargatas y la cesación del acoso sexual por parte de sus jefes. En esta época se observó un cambio en los roles de trabajo y como lo afirma Lipovetsky la forma de vivir de las mujeres en nuestra cultura occidental ha pasado por tres grandes paradigmas. Este autor percibe que la mujer ha sido desvalorizada y despreciada. Desde que se tiene noticia los trabajos se dividieron en roles atribuidos a las mujeres y a los hombres. Esta distribución no fue simétrica, sino que se dotó a los hombres de valores superiores y positivos (la guerra, la política), mientras que las labores femeninas se estimaron inferiores y negativas, haciéndose excepción con referencia a la maternidad y su función procreadora. Pero aún en este caso, era el hombre el único dador de vida y la mujer era la cuidadora de un germen de vida. El rol de la mujer se enfoca entonces en aprender a ser no solo criadora de hijos, sino que también podían ser profesoras, enfermeras o secretarias entre otras cargos pero no se reconocen como ciudadanas y no tenían derecho al voto, las mujeres sabían a lo que estaban dedicadas, esto era a no pensar y actuar ya que eran criadas para encajar en la sociedad. Es en el periodo de mandato de Gustavo Rojas Pinilla que se creó un acto legislativo en donde se instauró este derecho al voto tras años de lucha de las mujeres desde la década de 1930 para adquirir la ciudadanía plena. Es a partir de esta época que la mujer empieza a percibirse de otras formas, la educación se amplia y aunque sigue existiendo un machismo heredado, las mujeres optan cada vez más por estudiar.

Actualmente las mujeres tienen un espacio importante en la comunidad y es un gran cambio, pero no es de celebrar, Colombia se ha convertido en uno de los países con mas feminicidios de Latinoamérica. Entendemos como feminicidio el asesinato de una mujer por el hecho de serlo, es el hecho de una violencia y la manifestación brutal de una sociedad patriarcal y según el Observatorio de Feminicidios Colombia en el 2020 desde enero hasta septiembre se han confirmaron 508 muertes. Triplicando el número de mujeres asesinadas desde 2019. No obstante, en Colombia fue tipificado el feminicidio como un delito autónomo por la Ley 1761 de 2015, que lo define como el asesinato de una mujer por su condición de mujer o por motivos de su identidad de género, este tipo penal es agravado cuando es cometido por un servidor público, la víctima es menor de 18 años o mayor de 60, es cometido por varias personas, le anteceda una agresión sexual o sea perpetrado por la pareja o expareja de la víctima. Pero pese a las múltiples formas que el gobierno a optado para bajar estos índices la violencia contra la mujer sigue en aumento.

El cómo ha cambiado la percepción de la mujer a lo largo del tiempo es un hecho importante y en muchas ocasiones triste puesto que actualmente la mujer sigue siendo un objeto por estándares impuestos a la sociedad y que a diario va en aumento. El hecho de ser delgadas, utilizar cierto tipo de maquillaje o realizarse cirugías para tener cuerpos perfectos evidencia que aún en la actualidad se sigue mostrando a un ejemplo a seguir de una mujer trofeo, perfecta.

Si hablamos un poco de publicidad como una práctica que vemos y consumimos a diario, notamos que una de las prácticas más habituales de la publicidad, desde sus comienzos ha sido la de reducir a la mujer a “objeto”. Un estilo sexista en el que la mujer está despersonalizada, pone su cuerpo y belleza al servicio de la satisfacción de los hombres. La presencia de la mujer figura como objeto decorativo reflejo del éxito masculino. Según el informe elaborado por el Instituto de la Mujer del Ministerio de Asuntos Sociales: “La utilización de la imagen de la mujer responde generalmente a los dos arquetipos clásicos: la mujer como objeto sexual o reclamo consumista y la mujer en su rol de esposa, madre y ama de casa”. Si esto es lo que consumimos a diario entonces ¿Qué lucha estamos haciendo para combatirlo? En mi papel como diseñadora nos enseñan muchos códigos y signos que se utilizan para crear piezas que vendan solo con verlas, pero ya estamos acostumbrados a estos símbolos, es difícil cambiarlos ya que estudiamos para aprenderlos y replicarlos, al respecto Bourdieu (2011) afirma que:

La necesidad que tienen las burocracias públicas, y sobre todo privadas, de ejercer funciones de recepción y de acogida que, tanto en su amplitud como en su estilo, difieren profundamente de las que tradicionalmente confiaban a hombres (diplomáticos, miembros de gabinetes ministeriales) a menudo surgidos de las fracciones de la clase dominante más ricas en capital social (aristocracia, antigua burguesía) y en técnicas de sociabilidad indispensables para preservar ese capital, ha determinado la aparición de todo un conjunto de profesiones femeninas, y de un mercado legítimo para las propiedades corporales. El hecho de que ciertas mujeres obtengan de su encanto (y no de sus encantos) un beneficio adicional, de que la belleza reciba así un valor en el mercado del trabajo, indudablemente ha contribuido a determinar, además de muchos cambios en las normas indumentarias, cosméticas, etc., todo un conjunto de transformaciones éticas, a la vez que una redefinición de la imagen legítima de la feminidad: las revistas femeninas y todas las instancias legítimas en materia de definición y de uso legítimos del cuerpo difunden la imagen de mujer encarnada por esas profesionales del encanto burocrático, racionalmente seleccionadas y formadas, según una carrera rigurosamente programada (con sus escuelas especializadas, sus concursos de belleza, etc.) , con el  propósito de cumplir, según las normas burocráticas, las funciones femeninas más tradicionales.

Conclusiones

¿Cuántas de las mujeres que en algún momento lean estas líneas y ratifiquen que han sufrido algún acoso solo por ser mujeres? ¿Cuántas de nosotras hemos salido a la calle y solo por la forma de vestir nos hemos sentido violentadas? ¿Cuántas de nosotras han sido violadas? Son Preguntas fuertes, pero lastimosamente se que ha ocurrido en algún momento de nuestras vidas. Somos un país regido por el machismo, que en algunas ocasiones no en todas son las propias mujeres las que le enseñan a los niños a comportarse de cierta manera, el hecho de decirles: “usted es un varón, tiene que ser fuerte”, “los niños no lloran” y “¿se va a dejar de una niña?” Estas preguntas nos reflejan de que aún tenemos mucho que cambiar, el futuro es incierto y los cambios son incómodos pero lo diferente no siempre es malo, solo no es lo mismo. Si debemos cambiar la forma de enseñanza, debemos tomar ejemplo de otros países que han logrados grandes avances, ya se están logrando grandes cambios, ya las mujeres podemos ser autónomas, tener más aspiraciones, podemos crear y hacer nuestro futuro pero no tenemos que dejar de luchar no solo con los hombres sino también entre nosotras.

Bibliografía

Archila, M. (2014). Aspectos sociales y políticos de las mujeres en Colombia, siglos XX y XXI. Repositorio Universidad nacional de Colombia.

Bourdieu, P. (2011). Las estrategias de la reproducción social. Buenos Aires: Siglo XXI.

Daros, W. (2014). La mujer posmoderna y el machismo. Franciscanum 162, Vol. lvi : 107-129.

Lipovetsky, G. y Serroy, J. (2010). La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada. Barcelona: Anagrama.

Deja un comentario