Camilo Torres Restrepo: el cura rojo

Por: Rosa Patricia Quintero Barrera

Camilo Torres, Domingo Laín, José Antonio Jiménez, Manuel Pérez, René García y Walter Joe Broderick, entre otros sacerdotes; adoptaron actitudes críticas frente al papel de la Iglesia en el mejoramiento de la calidad de vida de las poblaciones marginadas en el mundo durante los años sesenta.  Broderick terminó dedicado a las artes de la escritura biográfica e histórica; mientras que el resto fueron radicales con sus ideas e inquietudes, que los condujeron a tomar las filas del grupo guerrillero colombiano del Ejército de Liberación Nacional (ELN). La década mencionada fue un momento coyuntural para la iglesia católica, de ellos resalto: el Concilio Vaticano II (1962-1965), el final del papado de Pío XII, el inicio del papado de Juan XXIII y el auge del marxismo. En suma, estos aspectos influyeron notablemente en la formación clerical de algunos religiosos, quienes preocupados por evangelizar de una manera “encarnada”[1], como lo expresa la Biblia, se vieron colmados de dudas y limitaciones con los enfoques teológicos que les ofrecía en ese momento la Iglesia. Así, para algunos aspirantes a la vida religiosa, el poderío económico y político del Vaticano constituía un despropósito en el acercamiento a la gente pobre. Igualmente criticaban la oficialización tradicional de la misa, al considerar que el ritual desarrollado de ese modo contribuía a incrementar la distancia entre la feligresía y los jerarcas de la Iglesia. Así, los jóvenes seminaristas “veían que la Iglesia se había convertido en un baluarte de la burguesía; no tenía nada que decir a las grandes mayorías en una sociedad poscristiana” (Broederick, 2000, p.35).

Ellos descubrieron que en Francia publicaban obras que redefinían el papel de la Iglesia en un medio neopagano, situación que los impulsó a aprender francés para entender los planteamientos de autores como Henri Perrin.  Así, los nuevos conocimientos los llevaron a “soñar con las muestras de un cristianismo nuevo desconocido en su país, y que existía únicamente al otro lado de los Pirineos” (Broederick, 2000, p.36). 

Empapelado en varias paredes de Popayán – Cauca – Colombia (15 de febrero de 2024)

Por otro lado, el interés de los religiosos por Colombia se incrementó en 1965 cuando el sacerdote bogotano Camilo Torres Restrepo se lanzó a una campaña política, época en la cual ya había pactado su compromiso con el Ejército de Liberación Nacional.  El 15 de febrero de 1966, Manuel estaba en Madrid y se enteró de la noticia que recorrió el mundo: Camilo Torres fue muerto en una emboscada en Patio Cemento (Santander), él representaba:

“La meta más sublime, el hombre que se había “encarnado” de verdad, metido con los oprimidos hasta las últimas consecuencias, resuelto a no regresar a la comodidad de su vida anterior […]. Y murió al lado de “los buenos”, los guerrilleros soñadores e idealistas, armados pobremente como correspondía a los pobres, arrojándose con una valentía loca –la locura de la cruz- contra las sofisticadas metralletas de los poderosos” (Broderick, 2000, p. 75-76).

Uno de los precursores de estas ideas fue el sacerdote Camilo Torres Restrepo, quien “agitó a la juventud universitaria, publicó plataformas de acción y se comprometió luego con la lucha guerrillera hasta caer abatido en Patio Cemento, Santander, el 15 de febrero de 1966” (Mangione, 2001). Esos sacerdotes eran conocidos como los “curas rojos”, quienes hacían un puente entre el cristianismo y el marxismo, y como preámbulo  a la llegada del papa Pablo VI a Colombia expresaron su inconformidad en un controvertido manifiesto, que “retó a las autoridades eclesiásticas locales a tomar partido  por los pobres y oprimidos, y abogó por una modificación total de las estructuras de la sociedad que, en su análisis, constituían la causa fundamental de las grandes injusticias que sufrían los colombianos” (Broderick, 2000, p.117).

Desde finales de los años de mil novecientos sesenta surge sistemáticamente una reestructuración teológica de la liberación en América Latina que vale la pena considerar. Fue un proceso original que buscaba redimir al pobre a partir de un trabajo misionero en las diferentes culturas y a partir de ellas mismas. Por lo tanto, la teología de la liberación hace una reflexión de carácter intelectual que conduce a sus practicantes a asumir actitudes críticas y con un fuerte compromiso de acción.

Por último, al cumplirse treinta años de la muerte de Camilo Torres en el 2002, la Universidad Nacional de Colombia publicó un facsimilar con trece números del periódico Frente Unido a manera de homenaje y reconocimiento a los ideales y a la vida del cura rojo. En palabras del rector de aquel entonces Víctor Manuel Moncayo: «Debemos parar la guerra, sobre todo porque de ella está ausente la suerte de los dominados y explotados. No para abrir nuevas avenidas a la reorganización capitalista, sino para reencontrar caminos diferentes de la real liberación con los cuales nos comprometamos» (2002).

El 26 de agosto saldrá un periódico que se llamará Frente Unido, que será destinado a la clase popular y tendrá que ser financiado por ella porque la oligarquía no va a financiar un periódico que esté destinado a derrotarla. Tenemos que lograr que este periódico vaya a la base. QUE EL PUEBLO CUENTE CON SUS PROPIAS HERRAMIENTAS.
Camilo Torres Restrepo


[1] Este término tiene las siguientes connotaciones: de acuerdo con el lenguaje estudiantil de la década de mil novecientos sesenta se relaciona con “ser consecuente”.  Fue una expresión que adoptó Manuel Pérez: “un compromiso de encarnación”, “encarnarse quiere decir ser consecuente, meterse para no salir, no tener esperanzas de retroceso” (Broderick 2000, p. 51).

Bibliografía

Broderick, Walter Joe. 2000. El guerrillero invisible. Bogotá. Intermedio editores.

Mangione, Mónica. (2001). El movimiento de sacerdotes para el tercer mundo.  Buenos Aires, e-books.

Torres Restrepo, Camilo. (2002). [agosto 26 a diciembre 18 de 1965]. Edición facsimilar Frente Unido. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.

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