Las cartas en «Green book. Una amistad sin fronteras» de Farrelly

Por: Rosa Patricia Quintero Barrera

La película «Green Book» dirigida por Farrelly (2018) se desenvuelve en la New York de 1962, caracterizada por la infame segregación hacia los afroamericanos. La cinta está inspirada en el libro del Automovilista negro de Víctor Hugo Green que señala los hoteles, bares y restaurantes que reciben a los afroamericanos por la geografía excluyente del sur los Estados Unidos de Norteamérica.

El énfasis de la película cae en la amistad que se construye entre el pianista Donald Shirley y su conductor Tony Vallelonga, contratado por su capacidad innata de manejar problemas. Don quería a un mayordomo, Lip aceptó ser su chófer. Uno necesitaba a un valet que hiciese las veces de conductor; el otro urgía de un trabajo.

El doctor Shirley es excéntrico y solitario. Es el mejor pianista del mundo que solo interpreta su genialidad en un Steinway. Bebe solo porque lo acompaña la tristeza. Le quiere cambiar el nombre, la dicción y las maneras protocolarias a Tony. Quiere educar, socializar, hegemonizar al italiano. Por su parte, Tony es un hombre de familia nuclear y extensa, que se queda sin trabajo y acepta a regañadientes la propuesta de Don. Se presenta como relacionista público. Es excesivo en sus formas: fuma sin parar y en todas partes, habla al modo del mejor cuentero y embaucador del Bronx, se alimenta generosamente, arregla los problemas a golpes sí resulta necesario; en últimas, es un apasionado italiano que sin querer comienza a admirar al pianista.

Tony se indigna al presenciar el trato que recibe Don por cuenta de los blancos que lo contratan para los conciertos de la música clásica que los hace ver más cultos, refinados, sofisticados. Se indigna al ver que el pianista era bien atendido por los blancos mientras hacía las veces de su divertimento, pero que no podía compartir los restaurantes ni contar con adecuados y cómodos servicios básicos para su estancia.

Entre ambos se va consolidando una amistad que va más allá de sus diferencias étnicas y culturales. Mientras Tony le enseña a comer pollo frito con las manos, a reírse de cualquier cosa, a darle valor a una piedra de jade robada, a disfrutar de lo fútil de la vida y de la delicia del jazz de Aretha Franklin, Little Richard, Chubby Checker; Don termina dictándole las cartas que le envía a Dolores.

En esas cartas Tony le describe a su esposa lo que está haciendo en el momento de escribirlas y obviamente aquello que está comiendo con problemas de ortografía y con muchos tachones. Le cuenta su cotidiano, entre lo simple de alguien que no teme darle vueltas a las situaciones y que vive sin pretensiones ni aspavientos. Según Don, esas cartas parecen una nota de rescate ilegible, y decide ayudarlo para que le escriba a su esposa que la extraña y de un modo en que nadie lo haya hecho.

Así, Dolores termina leyéndole a sus cercanas las cartas de su esposo, llenas de una prosa delicada e inspiradora. Ella siempre supo que en esas misivas iba la ayuda del pianista; aunque al final Tony aprendió a escribir y cogió el truco, como le dijo el mismo Don Shirley. Tony no tuvo problemas al estar en los sitios que mostraba el Green Book para afroamericanos, porque se consideraba más negro que Don.

Gracias por ayudarlo con las cartas– le dice Dolores a Shirley

Bibliografía

Farrelly, Peter. (Director). (2018). Green Book: una amistad sin fronteras. Estados Unidos:
DreamWorks Pictures, Reliance Entertainment, Participant Media, Innisfree Pictures, Alibaba Pictures, Cinetic Media . 130 minutos.

Playlist de Kris Bowers (2018). Disponible en Spotify

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