“El perfume – Historia de un asesino” de Patrick Süskind: Desprecio por los humanos (Parte II)

Jean-Baptiste Grenouille: El científico


Gran parte de la obra de Süskind detalla el largo y tortuoso proceso que condujo a que Grenouille se convirtiera en el más grande perfumista del mundo. Pasó de ser casi esclavizado en una curtiembre desde los ocho años, en la que debía realizar las actividades peligrosas que solo les confiaban a maleantes sin trabajo, vagabundos e incluso niños sin amo por los quienes nadie preguntaba en caso de una desgracia, a ser comprado por su primer maestro en la artesanía del perfume.


Por Rosa Patricia Quintero Barrera

23 de febrero de 2021

A Grenouille no le interesó la fama, ni el reconocimiento, ni el dinero, ni la compañía; al contrario, siempre fue consciente de que era distinto a los demás. También sabía que tenía un olfato sin igual y que, si bien podía crear cualquier fragancia, le hacía falta estudiar las técnicas perfumísticas de la época. Su implícito espíritu curioso e investigativo le permitió captar todas las formas artesanales de sus maestros; logró mejorarlas y tras la búsqueda juiciosa halló en el método del enfleurage el procedimiento perfecto para satisfacer sus intereses.

Cuando Grenouille estranguló a la muchacha de la Rue des Marais, quería encontrar el principio de su fragancia y quedarse para siempre con su olor. Ya muerta le olfateó todo el cuerpo desnudo hasta que ella se marchitó; de hecho, para él las jóvenes doncellas que asesinó eran las más hermosas y olientes flores, nunca deseo sus cuerpos, ni su belleza física, pero sí se dejó perder por sus olores. Este primer asesinato le cambió la vida para el resto de sus días. Conoció la felicidad y asumió que su destino era ser el perfumista más grande de todos los tiempos. Trabajó con varios maestros que le enseñaron las técnicas artesanales que él desconocía. Con su exquisita nariz salvó el negocio de Guiseppe Baldini, un viejo perfumero que había gozado de gran reconocimiento, pero que carecía de talento para crear perfumes. Baldini fue su primer maestro en estas artes, le enseñó que un perfumista era una especie de alquimista que realizaba milagros:

Al mezclar sus polvos odoríferos con alcohol y convertir su aroma en un líquido volátil, Frangipani liberó al perfume de la materia, espiritualizó el perfume, lo redujo a su esencia más pura, en una palabra, lo creó. ¡Qué obra! ¡Qué proeza trascendental! Sólo comparable, de hecho, a los mayores logros de la humanidad, como el invento de la escritura por los asirios, la geometría euclidiana, las ideas de Platón y la transformación de uvas en vino por los griegos. ¡Una obra digna de Prometeo! (Süskind, 1993, p. 50)

Al lado de Baldini, Grenouille entendió que era necesario mejorar cada vez más sus métodos perfumísticos. Aunque comprobó que su talento no tenía límites ya que podía crear cualquier fragancia sin el menor esfuerzo, lo que realmente le interesó fue explorar el fantástico olor que guardó para sí de la pelirroja muchacha de la Rue des Marais.

Hay en el perfume una fuerza de persuasión más fuerte que las palabras, el destello de las miradas, los sentimientos y la voluntad. La fuerza de persuasión del perfume no se puede contrarrestar, nos invade como el aire invade nuestros pulmones, nos llena, nos satura, no existe ningún remedio contra ella (Süskind, 1993, p. 74).

Grenouille aprendió el método artesanal de materializar olores de Baldini, a usar probetas, balanzas, a escribir fórmulas, a usar los términos y las técnicas artesanales admitidas por los perfumeros reconocidos y convencionales. Aprendió a cocer jabón de grasa de cerdo, guantes de cuero lavable, velas, aguas, polvos, remedios, artículos cosméticos, y cualquier otro tipo de productos cotidianos que requiriesen la exquisitez de las fragancias. Aprendió a destilar y al estilo del mejor científico optó por experimentar. Quiso poseer el olor del vidrio, del latón, del pescado, de la tierra y, con el ensayo y el error descubrió que “en el caso de sustancias carentes de este aceite volátil, la destilación no tenía, naturalmente, ningún sentido” (Süskind, 1993, p. 88). Su maestro le confesó que existían otros métodos que él mismo no conocía para extraer las fragancias de un cuerpo: enfleurage a chaud, enfleurage a froid y enfleurage a l’huile practicados en la ciudad de Grasse.

Entonces, ya colmado su aprendizaje en ese taller, transó el certificado de libertad del compromiso laboral con Baldini a cambio de no repetir ninguno de los perfumes, ni facilitar sus fórmulas y no volver a París mientras viviese el maestro.

Al alejarse de París se topó con los suficientes humanos que lograron asquearlo al extremo de fundar y constituirse en el único poblador del Reino de Jean-Baptiste Grenouille en la montaña del Plomb du Cantal, en donde permaneció los largos siete años que le sirvieron para:

disipar los malos olores del pasado (…) Recorrió a grandes zancadas los campos yermos y sembró aromas de diversas clases, tan pronto parco como pródigo, creando anchas e interminables plantaciones y parterres pequeños e íntimos, derramando las semillas a puñados o de una en una en lugares escogidos (…) Y cuando vio que todo estaba bien y que toda la tierra había absorbido la divina semilla de Grenouille, el Gran Grenouille dejó caer una lluvia de alcohol, fina y persistente, y en seguida todo empezó a germinar y brotar, de modo que la vista de los sembrados alegraba el corazón. Las plantaciones no tardaron en ofrecer abundantes frutos, en los jardines ocultos crecieron tallos jugosos y los capullos se abrieron en un estallido de pura lozanía (Süskind, 1993, p. 112).

Una vez terminada su obra, comenzó a aburrirse y después de la pesadilla que le llevó a percatarse de que en efecto -como había notado su primera nodriza- él carecía de olor, decidió abandonar el Reino del Gran Grenouille y retomar su misión de conocer el método que le faltaba para lograr el perfume más excelso que nadie había olido.

Al llegar a la ciudad de Grasse de la que el viejo Baldini le había dicho que era la Roma de los perfumes y que aprendería la técnica del enfleurage se empleó de segundo oficial en un taller artesanal de pomadas y logró su objetivo de perfeccionar el trabajo de la materialización de los olores. Grenouille estuvo allí durante dos años, que aprovechó completamente. Experimentó una y otra vez, antes de poseer la fragancia de veinticinco bellas jovencitas, inspeccionó sus técnicas con animales pequeños. Él comenzó a asesinar al descubrir que:

Los animales que quiso macerar no cedían su olor como las flores, sin queja o sólo con un suspiro inaudible, sino que se defendían de la muerte con desesperación, no se dejaban ahogar y pateaban, luchaban y sudaban con tal profusión, que la grasa caliente se estropeaba por exceso de acidez. Así no se podía trabajar bien, naturalmente. Los objetos debían ser reducidos a la inmovilidad y, además, tan de repente que no tuvieran tiempo de sentir miedo o de resistirse. Era preciso matarlos (Süskind, 1993, p. 164).

El buen día olfateó a la distancia a Laure Richis, su olor le recordó la fragancia de la muchacha de la Rue des Marais: volver a encontrar esta fragancia en el mundo le hizo derramar lágrimas de beatitud… y la posibilidad de que no fuera cierto le dio un susto de muerte. Grenouille, sin embargo, debió esperar los dos años que le faltaban a su nueva doncella para florecer y así poseer la esencia que sin duda sería la más valiosa de su perfume humano. Mientras tanto obtuvo las otras fragancias de veinticuatro jóvenes de distintos sectores sociales. Por supuesto, en la ciudad se desató toda suerte de rumores y de terrores por los cadáveres encontrados con las mismas características de asesinato.

En cuanto al método que perfeccionó, Grenouille el científico, después de ensayar con varios procedimientos, escogió el enfleurage en frío porque le permitía que el olor -de los muertos de manera súbita- se quedase impregnado en las placas engrasadas, sin el enturbiamiento del sudor del miedo. Esto lo dedujo de su experimento con un perro, al que asesinó de un golpe contundente en el cogote y logró extraer su olor perruno; fue su primer triunfo para arrebatar el alma perfumada a un ser viviente.

Grenouille también probó las técnicas para capturar las fragancias: dejó trozos de tela impregnados de sebo y aceite en varios lugares como en la taberna Quatre Dauphins y en la catedral; del Hospicio de la Charitè se robó la sábana de la cama de un recién muerto y, le pagó a una mendiga muda para que llevara todo un día sobre la piel un harapo preparado con diversas mezclas de grasa y aceite. Paulatinamente Grenouille mejoró su método del enfleurage, igual que los procedimientos necesarios y los ingredientes que debía utilizar. En el fondo no le interesó el olor humano, sino las fragancias de personas extremadamente raras, que inspiraran amor.

Grenouille descubrió que elaboraría su perfume siguiendo las reglas que había aprendido: debía tener una nota central y otras auxiliares. Es decir que la fragancia de Laure Richis sería su nota central y debía conseguir las otras notas, que en efecto obtuvo de veinticuatro doncellas.


Bibliografía

Süskind, Patrick. (1993). [1985]. “El perfume. Historia de un asesino”. Barcelona: Narrativa actual.

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